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Fuego, paloma, viento.


          El Espíritu es fuego que no deja nada lejos de su abrazo. Es una llama que no consume, es zarza ardiente que, aunque pueda llamear con el poder de la pasión desbordada, nunca transformará a nadie en cenizas que el viento lanza, en estériles polvos sin vida ni amor. 

          El Espíritu es fuego, y el fuego alumbra, muestra todo, hasta los espacios ocultos y llenos de oscuridad de nuestras vidas. No tiene misericordia con la sombra, pues quiere que nos brille todo, aunque incomode, aunque sea escándalo para otros. No, nos quiere luz. 

          El Espíritu es fuego que no consume, porque nos quiere vivos, que nos saquemos el polvo de las tradiciones estériles, que nos arranquemos las escamas de los prejuicios, que nos tueste el moho que no permite hacer de la Buena Noticia una buena noticia. 

          El Espíritu es fuego, nos quiere abrigados del frío de las indiferencias, de los miedos, de las cobardías, de las comodidades. Nos protege para el camino, para que nos podamos abrazar, para que podamos decir que ninguna injusticia es para siempre, y que es hoy el tiempo de la fiesta. Que Dios-está-con-nosotras-y-nosotros.

          El Espíritu es paloma, también. Ave algo caída en desgracia en nuestras épocas, pero que no tiene reparos en llegar adonde se lo propone. Podrán espantarlas a patadas, pero pronto volverá al pavimento. O a los techos de casas e iglesias, en donde no tendrán reparos en lanzar sus fecas, para recordarnos que, si no damos vida como viento abundante, como aliento de vida, al mundo, a las personas, a la tierra, casas e iglesias sólo sirven de letrinas. 

          El Espíritu es paloma, pues, aunque tenga su propia personalidad, le gusta estar donde están las personas, las acompaña, las observa, las conoce. Incluso cuando las migajas de la vida se le lanzan, ahí están estas pneumáticas palomas. El Espíritu es paloma, porfiada, y porfiada en grupo. Rara vez está sola, se la ve en bandadas en las plazas, compañera de muchas compañeras y compañeros. 

          El Espíritu palomar nos quiere juntos, no en soledad, nos quiere prójimos de otras/os, nos quiere vivos para dar vida, la vida entera por cada ser humano. El Espíritu es paloma, pues vuela hecha viento generoso, dador de vida, creador, que refresca los rostros, que se vuelve un huracán de total proexistencia, que puede destruir las velas de un barco pero a la vez darle alas a las hermanas gaviotas (diría un santo poeta). 

          El Espíritu anda alegre, volando, quemando, soplando. Dale la pasada, todas y todos la necesitamos. 

          Fuego, paloma, viento, ¡ven con todo tu ser! ¡Ven, como sea, pero ven!

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